miércoles, 20 de octubre de 2010

LA REVOLUCIÓN DEL SUR DE 1839 por Juan Carlos Pirali

Una serie de medidas tomadas por el gobierno de Juan Manuel de Rosas, provocó distintos tipos de reacciones en la sociedad argentina desde mediados de la década iniciada en 1830.
En el año 1837 un grupo de escritores realizaba reuniones en Buenos Aires en la librería de Marcos Sastre, cuyo principal objetivo era plantear una participación activa de los intelectuales en el campo político. A ese lugar, denominado “Salón Literario”, concurrían entre otros, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Juan Cruz Varela, Miguel Cané, Marco Avellaneda y Vicente Fidel López, todos identificados con el movimiento romántico de Europa, que coincidía con las expectativas despertadas por los hombres de Mayo.
Esas reuniones no resultaban gratas a las autoridades del Gobierno y, por advertencia de la policía fueron suspendidas, pero esa persecución impuso a los iniciadores del “Salón” la conveniencia de de organizarse en sociedad, y constituyeron la “Asociación de Mayo”, llamada también “Joven argentina”, siguiendo los principios de instituciones europeas, sobre todo de la “Joven Italia” fundada por José Mazini y 1830 [1].
Echeverría fue el encargado de redactar el programa de la Asociación con la colaboración de Juan Bautista Alberdi, condensado en el “Dogma de Mayo” que impulsaron los gestores de la Revolución de 1810. La concepción ideológica de fundadores si bien estaba nutrida de moldes europeos, proclamaba una consecuencia nacional, basada en los principios “Mayo, Progreso y Democracia”. Esa Asociación tuvo una vida efímera, pero sembró en la sociedad los ideales de libertad y democracia identificados con la Revolución de Mayo [2].
Los partidarios de un país constituido institucionalmente querían una nación organizada, con un Congreso y una Constitución que asegurara los derechos de todos los habitantes, y desde el seno del grupo de intelectuales, muchos en el exilio, comenzó a surgir la conspiración contra el gobierno de Rosas. Para esos hombres convencidos que el bienestar del pueblo debía fundamentarse en la educación, hubo hechos demasiado adversos para sus pensamientos. En marzo de 1838 comenzó el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires y desembocaduras de ríos, prolongándose hasta octubre de 1840. Ese hecho produjo un lógico deterioro en las arcas del Estado, ante lo cual, Rosas debió recurrir a diversos tipos de medidas, y una de las primeras resoluciones, fue decretar el 27 de abril de 1838, la suspensión de sueldos de los maestros de todas las escuelas públicas de la ciudad y la campaña. También por la misma medida fue suprimida la subvención a la Universidad de Buenos Aires y el sueldo de los profesores. Además, si no lograba reunirse el dinero necesario para el funcionamiento, tanto la Universidad como las escuelas debían cesar su funcionamiento[3]. Ese año se suspendieron las concesiones enfitéuticas y se pusieron en venta las tierras públicas pagaderas en tres cuotas.
CONSPIRACIONES
El descontento de los habitantes de la campaña dio lugar a una serie de conspiraciones contra el régimen centralista que privilegiaba al puerto de Buenos Aires en deprimiendo de las provincias del interior, ya que todo el comercio de aquellas debía pasar por la aduana de la Capital.
Hubo varias conjuras que fueron abortadas y sus gestores castigados con el máximo rigor. El 8 de agosto de 1838, Estanislao Vigorena, que se encontraba arrestado en Dolores por orden de Rosas, logró evadir su control y llegar al gobernador para denunciar que había recibido la invitación de los comandantes Juan Zelarrayán y Manuel Céspedes y el teniente Carlos O’Gorman para organizar un movimiento tendiente al derrocamiento del gobierno. Decía Vigorena que fingió aceptar su participación para poder penetrar en el secreto de la trama. Rosas después de recibir la citada información, otorgó amplios poderes a Vigorena para que aprehendiera a los promotores de la conspiración con la orden de “fusilarlos en el acto”. El mismo día, se encomendó al comandante Manuel García, jefe de las tropas acantonadas en Azul, para que aprehendiera al teniente O’Gorman y lo remitiera a la Capital. Éste confesó que hallándose en Dolores, fue invitado por Céspedes para cooperar en el movimiento y que a él se le había encomendado que sublevara las fuerzas establecidas en Azul, y que Zelarrayán sublevaría al cuerpo de Blandengues destinado en Bahía Blanca. Por otra parte, Céspedes sería el encargado de arrebatar la caballada de la División Centro y el teniente Francisco Javier Funes reclutaría gente en Chascomús [4].
Zelarrayán fue alcanzado por una partido a cargo del alférez Manuel Uruyú cerca del río Colorado y fusilado y su cabeza fue enviada a Rosas en un cajón con sal. Céspedes fue apresado y posteriormente liberado por intermediación del ministro inglés Mandeville [5].
El fracaso de la conspiración no fue obstáculo para quienes anhelaban un país organizado y democrático. Varios de los integrantes de la Asociación de Mayo emigraron a Montevideo, desde donde a través de la prensa expresaban su ideal de libertad. En Buenos Aires, un “comité central” desprendido de la Asociación de Mayo, llamado Club de los Cinco, en alusión al número de sus integrantes, que eran Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña, Santiago Albarracín, Rafael Corbalán y Enrique de la Fuente, organizaba un plan en contra del gobierno de Rosas.
LEVANTAMIENTO EN CORRIENTES
A principios de 1839, el gobernador de la provincia de Corrientes, coronel Genaro Berón de Astrada, se pronunció contra el gobierno de Buenos Aires y separó a su provincia de la representación de las relaciones exteriores que estaban delegadas en Rosas, y además, invitó a los otros gobernadores a imitar esa decisión.
Ante esa rebelión, el gobernador de Entre Ríos general Pascual Echagüe, invadió Corrientes y en Pago Largo venció a Berón de Astrada, a quien tomó prisionero y lo hizo degollar [6].
CONSPIRACIÓN DE MAZA
Después de haber dominado y reprimido el levantamiento de Corrientes, llegó a oídos de Rosas la noticia que una nueva conjura se estaba tramando contra su gobierno, encabezada por el coronel Ramón maza, hijo del presidente de la Sala de Representantes Manuel Vicente Maza. Ese plan estaba originado en miembros de la Asociación Mayo y tenía como objetivo levantar toda la campaña bonaerense. Maza había confiado su proyecto a Nicolás Martínez Fonte y a un hijo de éste, contándolos como aliados, pero éstos lo delataron. La represión no se hizo esperar, y el 27 de junio de 1839 fue asesinado Manuel Vicente Maza, quien estaba comprometido con la conjura. Por otra parte, al día siguiente fue fusilado su hijo Ramón.
Ante ese hecho, el general Juan Lavalle comenzó a organizar el llamado “Ejército Libertador”, solicitándole a Pedro Castelli que contribuyera con su prestigio en la campaña del sur bonaerense, con la organización de una fuerza destinada a un levantamiento contra Rosas [7].
REVOLUCIÓN DEL SUR
El levantamiento de los revolucionarios del sur estaba ligado a la conspiración de Maza en la Capital, pero con el desbaratamiento de esa conjura y la muerte de su gestor, se debilitaba la organización. Pero ante ese estado de las cosas, los conspiradores recurrieron al general Juan Lavalle, que se encontraba en Montevideo, por medio de Martínez Castro y Francisco B. Madero. Al respecto, Lavalle le escribía a su amigo Félix Frías en julio de 1839, informándole que se encaminaría al sur y que haría su aporte a Castelli [8]
El movimiento estaba en marcha, Jacinto Rodríguez Peña, uno de los formadores del “Club de los Cinco”, había conseguido la adhesión de Marcelino Martínez Castro y éste, había comprometido a Francisco y Ezequiel Ramos Mejía y a Benito Miguens. A estos fueron agregándose Matías Ramos Mejía, Apolinario Barragán, José Ferrari, Leonardo Gándara, Francisco Villarino y el militar y agrimensor francés Ambrosio Crámer [9].
A fines del mes de julio Lavalle cambió de posición y decidió pasar a Entre Ríos, convencido que allí iba ser más útil a la causa. Eso se desprende de una carta a su amigo Andrés Lamas “…me voy a Entre Ríos, en Buenos Aires se van a desesperar, pero así lo exige el bien público” [10].
No obstante la decisión de Lavalle, entre los revolucionarios reinaba optimismo y el grupo iba creciendo. En Dolores estaba a cargo del Regimiento 5º el coronel Narciso del Valle (padre del Dr. Aristóbulo del Valle) que tenía como segundo al coronel Manuel Leoncio Rico, y ante una desavenencia entre ambos, este último fue tentado por Juan Ramón Ezeiza y se plegó al movimiento.
Los conjurados se reunían en la estancia “El Durazno” de Juan R. Ezeiza en Mar Chiquita, y habían fijado la fecha del 6 de noviembre para proclamar la revolución en la plaza de Dolores, pero acordaron que si alguna fuerza del gobierno se internaba en el sur, estaba el compromiso de reunirse y adelantar el objetivo [11].
Las persecuciones contra quienes no eran incondicionales al régimen gobernante, eran cada vez más notables, y al respecto, el general don José de San Martín le escribía a su amigo Gregorio Gómez el 21 de septiembre de 1839: “Tu conoces mis sentimientos y, por consiguiente, yo no puedo aprobar la conducta del general Rosas, cuando veo una persecución general contra los hombres más honrados de nuestro país” [12]
Un hecho que precipitó los acontecimientos un el hallazgo de una carta en una calle del pueblo de Dolores en el mes de octubre de 1839 con la firma J.R.A. fechada en Monsalvo el 12 de septiembre de 1839, y dirigida a Juan B. Martínez, en cuyo contenido se expresaban detalles sobre la organización del movimiento. El Juez de Paz de Dolores, don Manuel Sánchez, remitió esa carta a Rosas informándole que “…el Juez que firma tiene el honor de elevar a manos de V.S. una carta que le ha sido entregada el 13 del presente a las 8 de la noche por el señor don Juan Cuello, el que por su declaración dice haberla encontrado en la calle… en vano han sido las indagaciones que se han practicado para descubrir la verdad de ella, que nada se ha podido esclarecer, que el que suscribe está poseído que todo es una falsedad y que el objeto de la adjunta sólo es para perjudicar a este vecindario…” [13].
De acuerdo con el relato del historiador Ángel Justiniano Carranza en su libro “La revolución del 39”, el coronel Manuel Rico proclamó el “Grito de Dolores” el 29 de octubre en la plaza de este pueblo y arengó a los conjurados. “Nos hemos reunido aquí, con el objeto de elegir para el partido de Dolores un nuevo comandante militar y otro juez de paz, que respondan y apoyen el levantamiento de la campaña del sud contra el gobernador Juan Manuel de Rosas…”. Fue designado por unanimidad como comandante el coronel Rico para ejercer la función de Juez de Paz don Tiburcio Lenz.
Rico estableció su cuartel cerca del cementerio viejo, donde fueron incorporándose con armas y caballos, los Ramos Mejía, Martín Campos, Agustín Acosta, los Barragán, Martín y Félix Alzaga, Francisco Madero, Leonardo Piedrabuena, Martín José de la Serna y otros. Al día siguiente llegó Ambrosio Crámer y se resolvió poner una guardia en la casa del coronel Narciso del Valle, que se encontraba en Tandil, para que fuera respetada. El mismo día fue capturado en el Tuyú el mulato Vigorena y traído a Dolores. El día 2 se pronunciaba Chascomús con José Mendiola, desplazándose al Juez de Paz Felipe Girado y en su lugar se designaba a Jacinto Machado. Al día siguiente llegaba la vanguardia de las fuerzas de Dolores al mando de Zacarías Márquez. El 4 de noviembre las fuerzas revolucionarias estaban organizadas en divisiones y Castelli enviaba un chasque para Nicolás Granada, que se encontraba en las sierras, confiado en su adhesión.
El 5 de noviembre Castelli estaba en Chascomús con Crámer, Matías Ramos Mejía y Martín T. Campos. Éstos tenían conocimiento que desde el oeste marchaban hacia este lugar las fuerzas de Prudencio Rosas y Nicolás Granada por distintos caminos, pero no tenían la certeza sobre la actitud que tomaría Granada.
El 6 de noviembre llegaba la escolta de los revolucionarios con Pedro Lacasa y su secretario Antonio Pillado y el escuadrón de hacendados a cargo de Martín Teodoro Campos. Ese día, Castelli arengó a las fuerzas en su cuartel instalado en la costa de la laguna y de acuerdo con lo afirmado por el historiador Ángel Carranza, debido a su impericia, se limitó a establecer una línea de frente al oriente, en un campo sin accidentes y horizontal con descuido de lo demás, con lo cual dejaba el movimiento expuesto al desastre, como ocurrió al día siguiente.
Las fuerzas del gobierno comandadas por Prudencio Rozas abrieron la marcha con el coronel Granada al mando del disciplinado escuadrón de coraceros, apoyado por el 6 de línea del coronel Ramón Bustos, a quien seguían los carabineros del 5 con Manuel García, que contaba con el servicio de 200 lanzas del lenguaraz Ventura Miñana [14].
El enfrentamiento entre ambas fuerzas se produjo el 7 de noviembre de 1839 cerca de la laguna de Chascomús y fue fatal para los revolucionarios, que en desordenado avance vieron caer a sus principales hombres y debieron abandonar el campo de batalla. La mayoría de “libres” pudo llegar al puerto de Ajó (General Lavalle) y se embarcó con destino a Montevideo, y posteriormente se unió a las fuerzas del general Juan Lavalle.
El coronel Pedro Castelli fue alcanzado por una partida en la estancia de Agustín Acosta, en el entonces partido de Monsalvo. Fue asesinado y decapitado y su cabeza fue colocada en una pica en la plaza principal de Dolores, donde permaneció por espacio de varios años. El asesino de Castelli, de apellido Durand, fue aclamado por Rosas “Benemérito de la Santa Federación” y fue pensionado en mérito a su atroz hazaña [15]
CONSECUENCIAS
El movimiento revolucionario de los Libres del Sur tuvo una rápida repercusión en las esferas del gobierno, que adoptó diversos tipos de medidas. En primer lugar, el 9 de noviembre de 1839, la Junta de Representantes por medio de una ley declaró que “el motín realizado en Dolores y Monsalvo es un crimen de alta traición” y además acordó una recompensa a los funcionarios que permanecieron fieles a la patria[16]. Con referencia a esta última medida, se determinó una donación de tierras consideradas públicas medidas en leguas cuadradas, correspondiéndole 6 leguas a los generales; 5 a los coroneles; 4 a los tenientes coroneles; 2 a los sargentos mayores; 1 a los capitanes; ¾ a los oficiales inferiores a los capitanes; ½ a los sargentos y ¼ a los cabos y soldados.
La citada donación se hizo extensiva a los empleados civiles que permanecieron fieles y el número de leguas que debían recibir era en proporción al grado militar que correspondían los sueldos en la actividad civil. Dicha norma aclaraba que la donación no podía exceder las 6 leguas ni podía ser inferior a un cuarto de legua.
Otras de las decisiones originadas en el “Grito de Dolores” fue la sanción del decreto del 25 de diciembre firmado por Juan Manuel de Rosas, que consideraba al territorio comprendido entre el Salado y el Quequén como “perjudicial al orden y al servicio público”, debido a su gran extensión, ya que sólo estaba dividido en tres partidos con jun Juzgado de Paz cada en uno (Dolores, Tandil y Monsalvo). Por tal razón, el territorio correspondiente a Monsalvo fue distribuido en cuatro partidos y nacieron en esas tierras Ajó, Mar Chiquita y Lobería. De Tandil surgió el partido de Vecino (General Guido) y Dolores quedó reducido al pueblo, quintas y chacras y se crearon los partidos de Tordillo y Pila.
Las estancias pertenecientes a los hacendados que habían intervenido en la revolución fueron embargadas en el número de 32 en Tuyú, 33 en Mar Chiquita, 26 en Pila, además otras en Monsalvo, Tordillo y Vecino y hay que recordar que Dolores había quedado reducido a sus quintas y chacras. Con referencia a la hacienda existente en esos partidos, fueron expropiadas para mantener las tropas del gobierno, pero su envío se hacía en forma graduada y los más perjudicados en ese sentido fueron Celestino Almirón, Félix de Alzaga, Justo Piñero, Leandro Mendoza, José M. de la Serna y Evaristo Zárate en el Tordillo, inclusive la hacienda que había pertenecido a Ambrosio Crámer de la estancia “La Postrera”, que en la fecha del levantamiento pertenecía al partido de Dolores [17]. En el partido de Monsalvo fueron embargados animales a Francisco e Idelfonso Ramos Mejía, María Antonia Segurola y Mariano Fresco, entre otros. En Vecino a Severo y José María Pizarro, Enrique Vázquez y José M. Quintana [18]. Por otra parte, en Dolores, no obstante lo reducido de su territorio, el 20 de marzo de 1841 el Juez de Paz recibe una orden de Rosas sobre los embargos de “una quinta y un rancho del prófugo Rico, dos ranchos del salvaje unitario Nicolás García, una chacra y unos pocos animales del salvaje Luis Velásquez que murió en la acción de Chascomús y un ganado del salvaje unitario Fresco que tenía a media con Manuel Sánchez”
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[1] Levene, Ricardo. “Lecciones de Historia Argentina”. Ed. Lajouane, Bs. Aires 1947.
[2] Echeverría, Esteban. “Dogma Socialista”. Ed. El Ateneo, Bs. Aires 1947
[3] “Decretos de Rosas”. Biblioteca de Archivo General de la Nación
[4] Archivo General de la Nación
[5] Selva, Juan B. “El grito de Dolores”. Ed. Tor, Bs. Aires1935
[6] Levene, Ricardo. “Lecciones de Historia Argentina”. Ed. Lajouane. Bs. Aires 1947
[7] Levene, Ricardo. “Lecciones de Historia Argentina”. Ed. Lajouane. Bs. Aires 1947
[8] Barba, Enrique. “La formación de la tiranía”. Ed. Ateneo. Bs. Aires1962 en Biblioteca de Archivo General de la Nación
[9] Cresto, Juan José. “Los Libres del Sur”. Ed. Alfar, Bs. Aires 1993
[10] Barba, Enrique. “La formación de la tiranía”. Ed. Ateneo. Bs. Aires 1962. Biblioteca de Archivo General de la Nación
[11] Selva, Juan B. “El grito de Dolores”. Ed. Tor, Bs. Aires 1935
[12] Gálvez, Manuel. “Vida de Juan Manuel de Rosas”
[13] Archivo General de la Nación Sección Gobierno. Dolores 1831-1852
[14] Carranza, Angel Justiniano. “La Revolución del 39 en el Sud de Buenos Aires”. Bs. Aires 1919
[15] Selva, Juan B. “El grito de Dolores”. Tor. Bs. Aires 1935
[16] Archivo General de la Nación. Registro Oficial, Libro Nº 18
[17] Archivo Histórico “Ricardo Levene”. Sección Tordillo
[18] Archivo Histórico “Ricardo Levene”. Sección Vecino.
http://juancpirali.obolog.com/page/2

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